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Retablo de Santa Catalina

Nombre
Retablo de Santa Catalina
Siglo
S. XVI
Material
Madera  policromada y estofada.
Autor
Antonio de Elejalde
Procedencia
Carrias (Burgos)
Dimensiones
428x397cm

En detalle:

El retablo de Santa Catalina forma pareja con el de San Juan Bautista que también se exhibe en el museo, y procede de la iglesia parroquial de Carrias, donde se hallaba en la capilla del crucero a la parte del evan­gelio. Fueron recogidos ante la mina inminente del templo que ya se ha­bía iniciado por el ábside y que había deteriorado el retablo mayor y otros dos laterales en la capilla del ábside. Además, la iglesia había sufrido robos en dos ocasiones en las que se sustrajeron varios relieves y pequeñas tallas del bancal de dichos retablos.

Hoy, una vez restaurados, tenemos la suerte de poder admirar su gran belleza. El retablo narra como tema principal el martirio de Santa Ca­talina. Es ésta una de las mártires orientales más veneradas en occidente. En nuestra diócesis es muy frecuente encontrar su imagen en muchas iglesias, y abundan los retablos a ella dedicados.

Su lugar de origen y martirio es Alejandría entre los años 288 y 306. Nace de familia distinguida y recibe una esmerada formación religiosa y una profunda formación científica. A los 18 años defendió la fe ante el emperador Magencio, y durante un debate que provocó el emperador con sus filósofos logró convencer a 50 de ellos, quienes iluminados por la claridad de su doctrina, se convierten y mueren confesando la fe. De este hecho nace su patronato sobre los filósofos. También ella sufrió el martirio encadenada a la rueda de cuchillas; en el momento en que iba a ser sometida al tormento oró al Señor, que envió su ángel que hizo saltar la rueda hecha pedazos. Sometida a otros tormentos, después de ser azotada cruelmente, el emperador la hizo decapitar. La tradición nos ha trasmitido que su cuerpo fue llevado por los ángeles y sepultado en el monte Sinaí donde más tarde el Emperador Justiniano mandó construir el célebre monasterio que aún hoy podemos admirar al pie de la montaña sagrada.